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Caos vial en todas sus manifestaciones

Vivimos en el caos y la desesperación urbana. Parece que sólo impera nuestro instinto de supervivencia y la ley del más fuerte en esta jungla de asfalto y automóviles en la que a diario circulamos a nuestros destinos.


Cada recorrido por la ciudad trae emociones nuevas: transitar por avenidas y calles te lleva a descubrir nuevos paisajes urbanos dominados por los medios de transporte terrestre, principalmente el automóvil.


Eso sí, te recomiendo que vayas preparada (o) con paciencia, calma, todos tus sentidos puestos en el objetivo (manejar), cero distracciones, alto grado de civilidad y por supuesto, poner en práctica tu educación vial –imprescindible para manejar un automotor–.

Y como un extra, si tienes el don de la clarividencia, ponlo en práctica para que seas uno menos en la estadística de los accidentes viales.


En tus trayectos por la ciudad, ¿no te has sentido un (a) participante de un videojuego?, en donde la adrenalina aparece como tu copiloto para iniciar la odisea, esquivando todos los obstáculos y a tus adversarios (simbólicos) que se encuentran en la carrera para llegar a tu meta sin contratiempos.


Te encuentras con obstáculos en plena avenida, vehículos estacionados en uno de los carriles, algunos con luces intermitentes, otros pareciera que los han dejado abandonados a su suerte.


Asimismo, los camiones, repartidores que se “imaginan” que el carril derecho es para su uso exclusivo y pueden bajar y subir mercancía a su antojo.


Embotellamientos constantes: en ocasiones los culpables son los choques, en otros te encuentras con carros que se quedan parados por alguna falla mecánica, y los más crueles, cuando los mirones se van lento para observar alguna persona atropellada.


En horas pico, la entrada a los pasos a desnivel congestionados y si esto no fuera poco, observas carros parando la circulación del carril pegado a éstos, con la intención de “agandallar” un espacio para entrar antes que los vehículos que hacen una fila para tomar su camino.


Y qué decir de los que no ponen direccionales para cambiar su ruta y las glorietas que son una travesía constante.


En el trayecto te encuentras con un taxista parado en plena lateral de una glorieta, que los coches utilizan para tomar calles alternas a ésta, teniendo que hacer malabares para no provocar un accidente; automovilistas esperando a que alguno de sus iguales se apiade de ellos y les ceda espacio para ingresar a la circulación.


Te encuentras también con el “viene viene” que auxilia a un automóvil a salir del estacionamiento de un banco y una señora parada en plena calle sin inmutarse por el río de carros que viene a su encuentro.


Estos son algunos ejemplos del caos vial en todas sus manifestaciones.


Para disminuir los efectos de estas dramáticas circunstancias, los expertos en movilidad incentivan cada vez más el uso de medios o sistemas de transporte que no sean el automóvil; desgraciadamente son pocas las personas que lo ven como opción real.


Se requiere una infraestructura que soporte estos proyectos; con políticas públicas eficaces y eficientes; que no sean sólo paliativos a los problemas actuales, sino que realmente los solucionen desde la raíz.


Lograr una movilidad sustentable en nuestra ciudad requiere no solo de lo anterior, sino de lo más importante para todo cambio: de la ciudadanía.


Si no generamos realmente un cambio dentro de cada uno de nosotros y pensamos no únicamente en el beneficio personal sino también en el beneficio colectivo, lograremos alcanzar una movilidad eficiente con una educación vial ejemplar, cero accidentes, menos estrés.


Estaremos más felices, tranquilos; llegaremos a nuestros destinos a tiempo. No estaremos a la defensiva, entre muchos otros beneficios.


Los resultados a los problemas que nos aquejan como sociedad dependerán del nivel de involucramiento de cada uno de nosotros. Entonces ¿Qué nos hace falta para ser mejores ciudadanos?

Nuestra columnista es Activista Social y catedrática

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susana.aceves@gmail.com

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